Hoy es 1 de noviembre, el día de todos los santos, y en muchos lugares y cada vez más nos reunimos la familia y la tribu para honrar a nuestros muertitos recordados.
Desde la cosmovisión andina, estos son días muy especiales, pues los portales que unen lo visible y lo invisible se acercan y es el momento preciso en que los seres que vivimos a uno y otro lado de la realidad (o de los mundos/planos) podemos re-encontrarnos.
En la cultura aymara, la muerte natural no constituye un episodio trágico, sino un ciclo más de la propia vida. Por eso, cuando alguien fallece, se suele decir que esa persona se ha ido´ o
ha partido´ al otro mundo y este día es el día en que podemos estar juntos los de allí y los de aquí, por esto este tiempo esta lleno de fiesta.
En mi tierra se celebra «bien bonito», es una ceremonia familiar o tribal, rodeada de color, de comida, de música y belleza, pese a la tristeza que a veces puede significar la partida de un ser querido. Este día se llena de niños y adultos que van casa por casa, rezando y cantando para que esas almitas las reciban y puedan volver al otro mundo cargados de buenos deseos para ellos.
Mi abuela decía que si no se les reza o canta, se quedan penando, que siempre hay que recordarles y ponerles al menos una velita que ilumine su camino y un vasito de agua para que calme su sed y siempre siempre, poniamos un platito extra en la mesa sagrada para aquellas almas olvidadas, a quienes no les rezan ni les recuerdan.
Lejos de ser triste, estas fechas los cementerios se visten de colores, de música, de un ambiente de fiesta, para que todos nos alegremos, para que quienes vienen y quienes se van se hayan sanado, hayan puesto paz, hayan perdonado y así hasta el año siguiente…
Este día hermoso… la vida fluye entre el más allá y el aquí, repartimos abrazos, nos damos cariño… nos unimos para celebrarnos que somos parte del ciclo de la vida… donde no existe un fin, si no un cíclico continuará hacia la ciudad eterna… Wiñay Marka…
Jallalla

Warawara